"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

26 de diciembre de 2011

La Navidad nos enseña lo concreto del cristianismo: no es un sentimiento, sino una relación de mente y corazón con una Persona, Jesucristo, el Verbo encarnado


 Natividad del Señor 2011


«Hoy nos ha nacido el Salvador». Así canta la antífona del Salmo responsorial, en la Misa de la Noche y así lo afirma siempre la Liturgia: hace dos mil años Cristo nació, fue muerto, resucitó... ¡Pero hoy!... En el misterio de la Liturgia divina, Cristo verdaderamente ha nacido hoy. Y, en la Misa de la Aurora, la antífona del Salmo hace el contra canto: “Hoy resplandece la luz sobre nosotros”.
 
Por esto la Liturgia se caracteriza como escuela de la fe. Solamente el ojo de la fe sabe ver este “hoy”: solo quien cree, reconoce que la Navidad no es un recuerdo nostálgico, una fábula pueril o, peor aún, una ilusión para consolarnos. La fe ve que hoy ha nacido el Salvador.
 
Pero la fe no es una elección irracional, sin fundamento en el pensamiento y en la palabra, porque el crisianismo es fe en el Logos: el Pensamiento-Palabra en Dios, hecho hombre para nuestra salvación. En la segunda lectura de la Misa de la Noche, san Pablo dice: “ha aparecido la gracia de Dios”. Y el Salmo de la Misa de la Aurora afirma: “Todos los pueblos ven su gloria”, es decir, la gloria de Dios.
 
Por definición, la gracia es invisible. ¿Cómo, entonces, puede aparecer? ¿Y cómo se puede ver la gloria de Dios? Ambas se pueden ver en el rostro humano de Cristo. Estamos aún en el tema de la fe: solamente quien mira al Niño de Belén con fe, no ve solamente al hombre, sino que ve a Dios invisible hecho visible, el Verbo hecho carne, la Gracia en Persona que se dona a la naturaleza humana.
 
La credibilidad de la fe descansa sobre la credibilidad de Jesucristo, sobre la unicidad de su Palabra, sobre las señales que la acompañan y la demuestran como Palabra verdadera y eficaz de Dios. Por eso, “los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto” (Evangelio de la Misa de la Aurora). Nosotros no glorificamos a un Dios desconocido y enigmático; adoramos lo que conocemos, lo que hemos visto y tocado, porque la Vida se ha hecho visible.
 
La Navidad nos enseña lo concreto del cristianismo: no es un sentimiento, sino una relación de mente y corazón con una Persona, Jesucristo, el Verbo encarnado, a quien se le dedica el admirable himno de Juan de la Misa del Día.
 
Fuente: Congregatio pro clericis

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