"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

5 de septiembre de 2011

Sin familia no hay valores



Reflexión semanal de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa «Claves para un mundo mejor» (3 de septiembre de 2011)
 

¿Ustedes recuerdan que hace aproximadamente un mes en algunos barrios de Londres y de otras ciudades británicas se produjeron invasiones de bandas juveniles, saqueos de negocios, incendios? Fue un tumulto de proporciones.
 
A partir de esos hechos he visto numerosas interpretaciones del fenómeno; algunas son de lo más interesantes y quiero comentarlas con ustedes.
 
Por ejemplo, un muy conocido sociólogo Zygmunt Bauman, sociólogo polaco de origen judío, notaba que esta no había sido una rebelión de hambrientos, una especie de revuelta por el pan o la olla de comida, sino que fue la reacción de los desheredados del mercado. Invadían las catedrales del consumo de las cuales estaban excluidos.
 
Se ha hecho ver que en esos saqueos no arrebataban cualquier cosa sino que buscaban las cosas mejores, las mejores marcas, sea en ropa, en zapatillas o en electrodomésticos, y luego el resto lo destruían. Una reacción de resentimiento, de odio, como respuesta a la marginación del mercado.

Para Bauman, es interesante también notarlo, hoy día existe esta especie de religión del consumo y los excluidos de esa práctica han reaccionado para llegar a ser como los demás. No querían ser los excluidos.
 
También se ha observado que la mayoría de estos jóvenes no tienen trabajo, casi todos viven del subsidio de desempleo, y de otros beneficios que ofrecen los municipios o el Estado y no han visto trabajar a sus padres.
 
Esta es una primera interpretación de los hechos pero también es posible arrojar sobre el fenómeno una mirada más profunda. Si uno se pregunta: ¿Qué es lo que da forma a una sociedad? ¿Qué es lo que la mantiene unida? ¿Cómo se trasmiten de generación en generación los valores fundamentales?
 
No basta, en realidad, el bienestar económico, sino que una sociedad se mantiene unida porque hay ideales políticos y religiosos que resultan principios sagrados por los cuales los miembros de una comunidad están dispuestos a morir, si es preciso.

Es fundamental que los jóvenes tengan educación y trabajo, pero eso no basta, se les debe ofrecer algo más: una comunidad ideal como ámbito de pertenencia, una esperanza, una ética, valores y deberes absolutos.
 
Lo destacaba muy bien un sociólogo italiano, Francesco Alberoni, que decía que en Europa se ha cortado la continuidad de la transmisión de esos valores. Los jóvenes no se consideran herederos. Son jóvenes que no tienen una tradición ni sienten un vínculo con ella, no pertenecen a una civilización, a un sistema de valores comunes que los orienten y entonces se rebelan como salvajes -estas son palabras literales de Alberoni- y lo hacen por revancha, sin arenga alguna, sin valores a reivindicar.
 
Algo más concreto acerca de la situación en los barrios de Londres. Allí se pueden observar las consecuencias de la descomposición de la familia por el divorcio, por el abandono familiar, la cantidad de embarazos adolescentes y de familias monoparentales con las consecuencias de difícil posibilidad de educación para esos chicos.
 
Asimismo hay que destacar que la autoridad de los padres ha quedado vulnerada. No sólo desplazada por otros factores de educación sino también vulnerada en cuanto al aprecio que por ella pueden exhibir los hijos, desprestigiada. Entonces aquí hay algo muy delicado: si no hay vida familiar, si la familia no convive efectivamente alrededor de una mesa, si no dialoga, es muy difícil que se puedan transmitir valores.

A propósito de la mesa familiar he leído también una versión acerca de estos problemas ocurridos en Gran Bretaña. Se dice que cuatro de cada cinco familias británicas no comen en la mesa sino que lo hacen con una bandeja delante del televisor. Y que el 70% se encuentran una vez al mes aún cuando vivan en la misma casa.
 
Entonces, este tipo de problemas muestra no sólo el fracaso, de un sistema económico, las injusticias de una situación social y laboral sino más profundamente la caída, el derrumbe de una civilización que no reconoce ya su sustento en ideales trascendentes, y más concretamente las consecuencias fatales para la vida social del derrumbe de la familia.
 
Esto ha pasado en Inglaterra, lo miramos desde lejos pero tal vez sería bueno preguntarnos: ¿en la Argentina cómo andamos? ¿No nos vamos acercando a una situación parecida?
 
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
 
Fuente: AICA

1 comentario:

  1. Anónimo5.9.11

    Pienso exactamente lo mismo...! Los valores, eti-
    ca y moral, al igual que principios de Fe, solo
    se adquieren en el Hogar.!!!

    ETELVINA

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