"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

5 de mayo de 2011

Homenaje a Juan Pablo II en la UCA


El arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, gran canciller de la Universidad Católica Argentina (UCA), presidió la misa que esta casa de estudios hizo oficiar en acción de gracias por la beatificación del papa Juan Pablo II.


Profesores y alumnos llenaron el auditorio Juan Pablo II, el más grande de los cuatro que tiene la UCA en su campus universitario, ubicado en el edificio San José, en la avenida Moreau de Justo, en Puerto Madero, para participar de la misa que el cardenal concelebró con el rector a cargo, presbítero Víctor Manuel Fernández, y con otros 14 sacerdotes.

Antes del oficio, el presbítero Fernández destacó el ejemplo de vida de Juan Pablo II, de su donación constante que no tenía nada del “individualismo cómodo posmoderno”. Recordó que en las misas que oficiaba muy temprano y en las que se preparaba para una jornada agotadora, siempre saludaba uno por uno a todos los asistentes. Y destacó cómo siguió firme en su misión hasta el final cuando lo abandonaban las fuerzas físicas.

Subrayó el espíritu contemplativo del Papa, su espíritu de oración en medio de la actividad intensa. Centró ese espíritu contemplativo en su capacidad de mirar más allá y más hondo, no sólo cuando contemplaba a Dios en la oración, sino en los hechos de la historia, en medio de las multitudes o cuando se asomaba al balcón para rezar por cada uno de los que veía abajo. Agradeció a Juan Pablo II y pidió que “dé una mano” a quienes componen la UCA para tener una honda vida contemplativa en cada tarea y el espíritu de donación en el trabajo.

Se proyectó luego un video con imágenes de la vida de Juan Pablo II, y en el cual aparecían hablando el obispo de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, quien destacó su testimonio de búsqueda de la santidad; el director de la Cátedra Juan Pablo II, de la UCA, Marco Gallo; el presbítero Gustavo Boquin, que recordó visiblemente emocionado cómo pudo concelebrar un día a las 6.30 la misa privada del Papa en su capilla, y el joven profesional Luciano Russo.

En la homilía, el cardenal Bergoglio señaló, glosando el Evangelio, que Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgarlo sino para que se salve por El. Y al señalar que Dios sale a buscar a todos, para que se salven, advirtió sobre el peligro de la gente que prefiere encerrarse en sí misma, como enamorada de las tinieblas. Dijo que Juan Pablo II conocía esto porque lo vivió bajo los dos regímenes totalitarios que dominaron su país, sabía lo que era la cerrazón, el drama de las conciencia aislada, sin Dios, sin salvación.

Y como los apóstoles no se quedó encerrado en la “estructura” de la Iglesia, respiró el aire fresco de la realidad, de los pueblos que clamaban por justicia, salvación, bondad, santidad.

El cardenal Bergoglio advirtió sobre el drama de la “autorreferencialidad” y señaló que Juan Pablo II tenía muy claro que la Iglesia tenía que salir, anunciar afuera el Evangelio. Cuando uno sale a la calle puede tener un accidente, reflexionó el cardenal, pero dijo que él prefiere una Iglesia accidentada por salir a llevar el nombre de Jesús que una Iglesia enferma; invitó a no quedar enfermos por las mezquindades y pequeñeces de conventillo. Y preguntó a quienes están en organizaciones de la Iglesia: “¿Hago que esta institución sea cada vez más misionera? ¿O prefiero enroscarme en internas que empiojan la vida?”

Mencionó a Juan Pablo II como modelo de amor por las periferias del mundo, de celo y coraje apostólicos.

Se entregó a todos los presentes una estampa con una oración de Juan Pablo II y la foto de un busto del pontífice que estaba en el salón. A la salida, podía retirarse un ejemplar de la revista jurídica El Derecho, con textos alusivos al pensamiento de Juan Pablo II, escritos por Julio Conte Grand, Gabriel Limodio, Jorge A. Mazzinghi, Eduardo Martín Quintana, José A. Giménez Rébora, Luis María Bandieri, Jorge Scala, Hugo Roberto Mansueti y Carlos Raúl Sanz. (Jorge Rouillon)

Fuente: AICA

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