"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

28 de marzo de 2011

Jesús y la samaritana

Al regreso de la visita a las Fosas Ardeatinas, el Santo Padre se asomó a mediodía a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El Papa habló del evangelio de este tercer domingo de Cuaresma que describe el encuentro de Cristo con la Samaritana, la mujer que “iba todos los días a sacar agua de un antiguo pozo que se remontaba a la época del patriarca Job y encontró a Jesús sentado y cansado del viaje” Ese “cansancio, signo de la verdadera humanidad de Cristo, puede verse como un preludio de la pasión, con la que cumplió la obra de nuestra redención. En particular, en el encuentro con la Samaritana en el pozo, surge el tema de la “sed” de Cristo, que culmina en su grito en la cruz: “Tengo sed”.



“Ciertamente esa sed, como el cansancio, tenía una base física -señaló el Santo Padre- pero Jesús, como dice san Agustín tenía sed de la fe de aquella mujer, como de la fe de todos nosotros. Dios Padre envió a Cristo para saciar nuestra sed de vida eterna dándonos su amor, pero, para otorgarnos este don Jesús nos pide fe. La omnipotencia del amor respeta siempre la libertad del ser humano; llama a su corazón y espera con paciencia su respuesta”.

En el encuentro con la Samaritana resalta “el símbolo del agua que alude claramente al sacramento del Bautismo, fuente de vida nueva para la fe en la Gracia de Dios. (...) Ese agua representa el Espíritu Santo, el “don” por excelencia que Jesús vino a traer por parte de Dios Padre. (...) Gracias al encuentro con Jesucristo y al don del Espíritu Santo la fe del ser humano llega a su cumplimiento como respuesta a la plenitud de la revelación de Dios”, concluyó el Santo Padre.

Fuente: VIS - Vatican Information Service

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