"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

2 de diciembre de 2010

Carta pastoral de Mons. Casaretto y Mons. Ojea con guía de trabajo para los fieles

Carta pastoral de monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidrfo y de monseñor Oscar Ojea, el obispo coadjutor diocesano, para el Adviento 2010

Aunque han pasado ya unos cuantos días del rescate de los 33 mineros atrapados en Copiapó, Chile, aún está viva esta experiencia que nos puede dar pie para reflexionar brevemente sobre el sentido del Adviento y en camino hacia la Navidad.

Cuando Jesús narraba sus parábolas, contaba historias que tenían que ver con la realidad de sus oyentes y que les ayudaban a sacar una conclusión, invitándolos también a tomar una decisión de vida. Al modo de una parábola, creemos que esta experiencia puede servirnos para comprender más a fondo el hecho de la Encarnación del Hijo de Dios y poder así dar un paso más en nuestro crecimiento humano y cristiano.

El hecho


Luego del derrumbe del 5 de agosto, los mineros estaban perdidos, desorientados, en la oscuridad y destinados a la muerte. Sin salida, sin noticias y casi sin alimentos, la tentación más fuerte debe haber sido la desesperación. Sobrevivieron porque decidieron apostar a la vida y hacerlo juntos: racionaron los alimentos para que alcanzaran, se organizaron, tomaron decisiones en conjunto.

Algo renació en ellos cuando se sintieron buscados. Se abrió una luz de esperanza al saber que alguien se estaba ocupando del rescate. Muchas personas trabajaron, llegaron expertos y recursos de todo el mundo, miles oraron por ellos de acuerdo a sus creencias.

Los más comprometidos fueron los técnicos y rescatistas que se consagraron día y noche al rescate. Dieron su vida para que ellos vuelvan desde el fondo de la tierra. Los mineros seguían encerrados, pero los alimentos y los diversos recursos que les acercaron desde fuera, así como la comunicación con los seres queridos, lograron renovar sus esperanzas. La mina se transformó de “sepulcro” en “vientre materno” preparándolos para un segundo nacimiento.

El 13 de octubre será un segundo cumpleaños para los 33, tanto más festejado, cuanto más en riesgo estuvo la vida. Fueron rescatados, salvados. La existencia cobró un nuevo sentido y ellos mismos lo dijeron “ya no se puede vivir como antes”.

¿Cómo sigue la historia después de ser salvados de la muerte? Ellos advierten cuáles son las cosas que importan, sobre todo quiénes importan: la vida importa, las personas importan, empezando por los más próximos, la familia, los afectos, los mineros que trabajan en las mismas condiciones que ellos. El último en salir lo dijo claramente “esto no puede volver a pasar”, y al decirlo, su experiencia se transformó en solidaridad.

Su Significado


Esta historia puede ser leída de muchas maneras y nos deja diversas enseñanzas; pero creemos que también puede convertirse en una parábola real y contemporánea para hablar de Jesús, de la salvación y de la vida nueva que nos trajo. Ese “descenso” de Jesús a nuestra oscuridad, es lo que festejamos en la Navidad.

¿Cómo ilumina la “parábola de los mineros” nuestra vida? Por nuestra condición de pecadores, también nosotros estábamos perdidos y desorientados, destinados a la muerte. Sin Dios nuestra vida es oscuridad y sinsentido.

Cuando estábamos perdidos, bajó a socorrernos Jesús, el gran rescatista que se hundió con nosotros y por nosotros y nos sacó del pozo para que alcanzáramos la vida plena. Los que leemos esta carta, no estuvimos en la mina el día del derrumbe, pero posiblemente hemos asistido a otros “derrumbes”: una enfermedad, la muerte de un ser querido, la pérdida de trabajo, la frustración de un proyecto de vida…

Jesús viene a sacarnos del encierro. Así, aún en medio de la noche, nuestra espera se transforma en esperanza y promesa. En realidad la venida de Jesús al mundo es salvación no porque nos prometa eximirnos de dolores o sufrimientos sino porque su presencia en nuestras vidas nos permite encontrarle algún sentido a todas las situaciones que tendremos que atravesar.

Conscientes de ser salvados, también nosotros debemos darnos cuenta que lo importante es la vida y las personas son las que cuentan. Rescatados por Jesús, solidarios y felices, vamos a anunciarles a otros que es Él quien puede liberarnos de cualquier encierro. No estamos en una mina a 700 metros de profundidad, pero nuestra vida hoy está amenazada: la inseguridad, la droga, la fragmentación social, la violencia dentro y fuera de la familia…

Parece, incluso, que la vida hubiera perdido su valor. Nos hemos acostumbrado de tal modo a escuchar noticias sobre muertes ocasionadas por la delincuencia, los accidentes de tránsito, los enfrentamientos políticos, etc., que ya casi no nos asombramos.

Debemos salir de esta situación de “parálisis” frente a la muerte, reaccionar y tomar medidas para modificar estas situaciones.

La Navidad, como la salida de la mina, constituye una magnífica oportunidad para darnos cuenta que, si lo que importa es la vida, tenemos que cuidar la propia y la de los demás, comenzando por los más desprotegidos o débiles. Precisamente, porque la vida es valiosa hay que cuidarla desde el comienzo hasta el final, y no tiene sentido perder el precioso y limitado tiempo que tenemos en enfrentarnos o en tratarnos como enemigos.

Por el contrario, tenemos que buscar el modo de salir adelante juntos de las pruebas que la historia nos va presentando. Es más: o salimos juntos o no sale nadie.

Reflexionando sobre el rescate, los obispos de Chile decían: “Que este reencuentro con la vida sea una oportunidad para que ellos y todos nosotros valoremos lo más preciado que tenemos: la vida, la dignidad de hijos de Dios, la fe, el tesoro de la familia, el valor de un trabajo justamente recompensado y en condiciones seguras y siempre dignas".

Por otra parte, de este lado de la cordillera, los obispos argentinos proponemos que el 2011 sea el “año de la vida”, en el que podamos profundizar sobre su valor y promoverla en toda circunstancia.
Amigos, que esta profunda parábola que nos entregaron los mineros, nos ayude a prepararnos para la Navidad. Que la alegría de saber que Jesús viene a rescatarnos de toda oscuridad, del pecado y de la muerte, colme los corazones y los hogares y renueve el sentido de lo que cada uno de nosotros esté viviendo hoy, ¡Les deseamos una muy Feliz Navidad!
Una fraterna bendición,

Mons. Jorge Casaretto, obispo de San Isidro
Mons. Oscar Ojea, obispo Coadjutor de San Isidro


GUÍA DE TRABAJO


Estas son algunas preguntas que pueden servirnos para interiorizar el contenido de la Carta Pastoral. No son para responder de corrido, sino para pensarlas y dejar que la respuesta brote de nuestro interior.

Una sugerencia: es bueno escribir las respuestas, ya que ese ejercicio nos ayuda a conectarnos con nuestros pensamientos y sentimientos. Puede ser muy enriquecedor compartir las respuestas en familia o en comunidad.

Aquí van las preguntas:

1. ¿Cómo viví los 70 días de encierro de los mineros? ¿y el rescate? ¿Qué sentimientos tuve frente a ambas situaciones?
2. ¿He vivido alguna situación límite, alguna circunstancia que puso en peligro mi vida o que pensé que no podría tolerar? ¿Cuál? ¿Cómo la viví entonces? ¿Cómo la recuerdo ahora? ¿Qué enseñanzas me dejó esa situación?
3. En los momentos difíciles que me tocaron vivir: ¿sentí que alguien vino a “rescatarme”? Si viví esa experiencia ¿pude asociar la ayuda de esa persona, con la ayuda de Dios, con su salvación?
4. ¿Qué cosas son para mí una amenaza hoy? ¿Cómo ilumina la “parábola de los mineros” mi vida?
5. ¿De qué situación quisiera que Jesús me rescate en esta Navidad? Hago una oración Jesús, expresándole mis sentimientos más profundos.

Fuente: AICA

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