"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

10 de agosto de 2010

La Argentina relativista del bi-sex-tenario

Un hombre dijo: “el ser humano es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son”. Este axioma del “homo mensura” es considerado como la “carta magna” del relativismo occidental. Ese hombre fue Protágoras, el padre del relativismo, pero no se trata de un personaje actual, sino que vivió en la Grecia del siglo V a.C. Para este sofista, ya que nunca fue considerado a la altura de un filósofo, el “hombre” es el hombre individual o lo que podríamos llamar “sujeto subjetivo” (haciendo énfasis en algo redundante), la “medida” es la norma del juicio y “todas las cosas” abarcan todos los hechos y todas las experiencias. Es decir, que “la subjetividad del hombre individual es la norma para juzgar todos los hechos y todas las experiencias”. El único criterio es antilógico, es decir que todo se puede contradecir y la falsedad no existe, por ende la verdad absoluta tampoco, ésta es sólo relativa. Entonces, las cosas son para cada uno como parecen subjetivamente sin importar si es verdad o es mentira. (*)

Para Protágoras, que tuvo gran éxito entre los políticos debido a la retórica para defender cualquier argumento, existía un criterio utilitario en su relativismo y el sofista debía reconocer lo útil y lo nocivo para la sociedad política. Sin embargo, los testimonios que podemos encontrar al respecto nos evidencian que este personaje nunca supo determinar lo socialmente útil, de ser así hubiera investigado más acerca de lo esencial y trascendente, pero se conformó con la utilidad de las técnicas de convencimiento retórico. Para los sofistas, que eran agnósticos, el “logos” se encontraba únicamente en la asamblea (lo que hoy llamaríamos Parlamento o Congreso) y la ley positiva (sancionada) era el “logos” signifique lo que signifique. Es interesante recordar las críticas sociales de Sófocles en su tragedia “Antígona” en que podemos encontrar la “ley positiva” en contra de la “ley natural” con el empecinamiento de un rey que termina destruyendo a toda su familia ¿será el caso de la Argentina actual? ¿destruir la familia será sinónimo de destruir al país? En eso se empeñan también los sensualistas medios de comunicación y ¡la chabacanada está a la orden del día! Luego de esta cruda radiografía del débil pensamiento actual, que de nuevo no tiene nada sino que es tan antiguo como corrupto, deberíamos preguntarnos ¿qué hemos hecho los católicos para cambiar la realidad?

Dos posiciones populares:

1) En los ambientes pastorales algunos imaginan que “renovar” la Iglesia significa sucumbir ante el injusto avasallamiento a la libertad religiosa y literalmente paganizar la Iglesia en un relativista sincretismo humanista al estilo de la “new age”, amparados en el existencialismo bíblico, al fin y al cabo santas son las estatuas en los templos y con eso nos alcanza, esto sería “útil para todos”, la santidad “se alcanza en la ataraxia” pero que al final se hace inalcanzable y debemos “adaptarnos” al pecado para compatibilizar y seguir las “normas” impuestas por la televisión basura. La imagen de Cristo es aquí degradada a la de un “amante” que se hace cómplice de la predicación de un amor desordenado porque es lo único que le queda. El “Dios” conveniente.

2) Contrariamente, otros creen que “renovar” la Iglesia es imitar a las sectas bíblicas fundamentalistas que hacen del culto a Dios un show pietista sentimental de “supermercadismo espiritual” animado por “poderosos terapeutas mágicos” que hurtan el dinero de los débiles a los que esclavizan como tributarios, manipulándolos con todo tipo de chabacanos trucos histéricos y fantasías en un ambiente emocional. La imagen de Cristo es aquí degradada a la de un “rey” tirano que se hace cómplice del engaño y el hurto de unos desgraciados al son de una música sensual. El “Dios” que se siente.

Ambas posiciones se han infiltrando en la Iglesia y curiosamente ambas apelan al populismo, a la utilidad temporal y al bienestar subjetivo. Así podemos concluir en que ambas posiciones están constituidas por sofismas aunque nombren a Jesús a cada rato y prediquen el “amor” que más les conviene a sus temporales intereses.

Mirando la actualidad, podemos apreciar el fracaso como “iglesia política” considerando a toda la cristiandad en todo su abanico denominacional. ¿Será tiempo de darle realmente el lugar a Jesucristo? ¡Verdadero Dios y verdadero hombre! Él no se rige por conceptos de popularidad “¿También ustedes quieren irse?” (Jn 6,67) ¿Podemos inspirar a una sociedad global como lo hicieron los primeros cristianos en el seno de su tiempo? Todo se construye desde el encuentro con Jesús el Mesías y nada se construye realmente sin Él. Pero sin conversión sincera no son más que obras superficiales sin poder ¡Volvamos a las fuentes! (PCD).

“4 No, las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas. Por eso destruimos los sofismas 5 y toda clase de altanería que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometemos toda inteligencia humana para que obedezca a Cristo.” (II Corintios 10,4-5)

(*) Cf. Giovanni Reale; Darío Antiseri, “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Barcelona, Editorial Herder, 1992, Tomo I 77-79

Editorial de Prensa Cristiana Digital N° 29, agosto 2010

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