"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

2 de abril de 2010

"¿A quién predicamos?" por el director de Prensa Cristiana Digital


Esta pregunta tiene una obvia respuesta a la ligera pero al mismo tiempo merece ser respondida con sinceridad. Podríamos preguntarnos si en realidad nos predicamos a nosotros mismos, aunque en esto la subjetividad no es descartable, no para avasallar a la objetividad sino para meternos en el juego del contenido y la realidad con una impronta necesaria, testimonio de la encarnación de la Palabra de Dios en la propia vida y su contexto.

Por otro lado, podemos preguntarnos si es válido elevar a las virtudes bíblicas y teologales a la misma altura de Dios pero si hacemos eso ¿no estaremos creando a partir de ahí a nuevos dioses?: los valores y los códigos sociales posmodernos.

Lo que puede ser peor: podemos predicar al “Amor” pero vivir en la perversa “Mentira” y así hemos engendrado a “Hipocresía” y ésta es la madre del descontento en la Iglesia. Entonces, devolvemos los conceptos cristianizados del helenismo a una descristianización y podemos desarrollar un panteón repleto de dioses entre los cuales solo faltaría… “el Dios desconocido” (cf. Hechos 17,23). Es curioso, pero para los griegos que conoció san Pablo en Atenas la “Resurrección” era una deidad que predicaba el Apóstol: “Anástasis”, una paredra de Jesús que estaba a la par (cf. Hechos 17,18) ¡nuevos dioses!

Así, podríamos sostener, como hacen algunos, que ya no bendice la Presencia sacramental, real y misericordiosa de Jesucristo sino solamente el “Vínculo”.

Asimismo, resulta imposible olvidarnos de los titanes superpoderosos del arte de la manipulación histérica, forzudos hijos de los dioses, guerreros al estilo de Aquiles, que hacen delirar a una masa de alienados esclavos tributarios.

El mismo Apóstol, con toda su vivencia y conocimiento, es decir, con su sabiduría responde a la pregunta ¿a quién predicamos?:

“En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.” (I Corintios 1,22-25).

Cristo crucificado es escándalo para un fideísmo irracional que solo predica al Cristo glorioso y locura para un intelectualismo estéril que predica conceptos cristianos sin fe en Jesucristo. Pero Cristo crucificado, Nuestra Pascua, es poder y sabiduría de Dios ¡ambas cosas! para todos los que han sido llamados por Él, porque la locura de Dios es más sabia que la falsa erudición de los “aventureros teológicos” en busca de fama y la debilidad de Dios es más fuerte que los “fantásticos titanes de la ignorancia”.

Que en esta Semana Santa desde nuestras limitaciones Dios nos haga fuertes y sabios en Cristo Jesús porque nosotros lo predicamos a Él crucificado, un símbolo de nuestra fe, es decir lo que nos atrae y reúne y nos permite contemplarlo y entrar en Su Misterio y vivir bienaventurados respondiendo a la Verdad con la obediencia de la fe.

Que podamos contrarrestar todo extremismo, fundamentalista o relativista, con el diálogo. ¡Feliz Pascua! (PCD).

Editorial de Prensa Cristiana Digital N° 25, abril del 2010
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