La celebración de nuestra Pascua deriva de la celebración pascual judía. Por tanto, es importante detenernos en esta cuestión y considerar el origen de la fiesta, preisraelita, la cual tenía una doble particularidad:
a) una fiesta de pastores en primavera, marcada por el sacrificio de un animal joven, con un rito de sangre destinado a obtener la fecundidad de los rebaños
b) una fiesta agrícola con ocasión de la primera cosecha del año.
Es decir, que esta realidad festiva agrícola-ganadera ya la vivían los pueblos cananeos, pero la gran novedad que Dios introduce en Israel es una celebración histórica a partir de la salida de Egipto liderada por Moisés (cf. Ex cap. 12); por eso, uno de los nombres de esta fiesta hebrea, atendiendo a su liturgia, es “la época de nuestra liberación”. Esto es muy importante, porque aún hoy cuando los judíos celebran el “seder” o servicio de pascua conmemoran la salida de Egipto haciendo presente la liberación de la esclavitud y la proyectan o extienden al futuro diciendo: “¡el año próximo en Jerusalén!”. La doble realidad de la fiesta (agrícola y ganadera) en el tiempo del Ministerio Público de Jesús constituía parte de la misma celebración: el pan ázimo (sin levadura) se partía, el cordero pascual era comido y el vino se servía cuatro veces durante el “seder”, uniendo esto en una misma fiesta (cf. Lc 22,14-20).
En la Santa Misa se une la presentación incruenta de los dones: el pan y el vino (especies agrícolas) al sacrificio cruento y único de Jesucristo en el Memorial de su Muerte y Resurrección, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y se extiende al futuro cuando la Iglesia clama: ¡ven, Señor Jesús! El Apóstol san Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, escribe dando instrucciones de como vivir esta festividad, cruenta e incruenta, en la aplicación espiritual de la Nueva Alianza: “Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad”. (1 Co 5,7-8).
Publicado en Prensa Cristiana Digital No. 5 agosto de 2008
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Estimado Edgardo:
ResponderEliminarTe contesto el alentador mensaje que dejaste en el otro "post" pero referido al seminario bíblico de verano. Muchas gracias y me alegro que sigas el programa. De paso, te aviso que podés hacer preguntas, vos y todos los lectores del Blog, en los comentarios y las contestaré con gusto, dentro de mis posibilidades. Bendiciones