"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

23 de enero de 2011

El celibato


Etimológicamente indica la condición propia de la persona que no ha contraído matrimonio. Concebido como condición permanente de vida, se encuentra ya en algunas religiones no cristianas, como en el caso de las vestales en Roma y entre los monjes budistas, especialmente los de la India. Abundan también en otras religiones normas relativas a una pureza ritual que lo prescribe, o por lo menos la continencia temporal, para poder realizar determinadas acciones sacerdotales.


De un tiempo a esta parte, en los medios de comunicación, menudean opiniones encontradas acerca del celibato, una opción de vida hondamente arraigada en el seno de la Iglesia Católica. Da la impresión, por un lado, de que el celibato sacerdotal ha despertado un repentino interés, y por otro, que resulta difícil de comprender para cierta mentalidad contemporánea y presionan para que la Iglesia cambie esta disciplina.

Los primeros textos que hacen referencia al celibato como disciplina eclesiástica se remontan al siglo IV; así en el Concilio africano del año 390 se afirma: "Conviene que los sagrados obispos, los sacerdotes de Dios y los levitas sean continentes por completo..." De estos textos se deduce la clara conciencia de una tradición del celibato no como de una obligación sobrevenida, sino como de una costumbre que se remonta a los tiempos apostólicos. Todo hace pensar que, aun tratándose de una ley eclesiástica y de algo que no es exigible por la misma naturaleza del sacerdocio, como demuestra la costumbre de las Iglesias Orientales, estamos ante un valor evangélico que el mismo Jesucristo vivió y aconsejó, advirtiendo, eso sí, que "no todos entienden esto, sino aquellos a quienes les ha sido dado, porque hay eunucos que así nacieron del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda" (Mt 19, 11-12). En las Iglesias Orientales desde hace siglos, está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados presbíteros y diáconos. Esta práctica, a juicio de la Iglesia Católica, "es considerada como legítima desde tiempos remotos".

No obstante, se subraya "en Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio". Cristo vivió la virginidad como signo de su dedicación total al servicio de Dios y de los hombres. Según san Pablo (cf. Ef 5, 26) Jesucristo -Sacerdote eterno- ama a la Iglesia con un amor de esposo y por tanto exclusivo. En medio de la comunidad de los fieles confiados a sus cuidados, el sacerdote es Cristo presente; de ahí la "suma conveniencia -dirá Pablo VI- de que en todo reproduzca su imagen y en particular de que siga su ejemplo, en su vida íntima lo mismo que en su vida de ministerio". Nos acercamos así a otra de las razones: la eficacia pastoral del celibato. La existencia de dificultades en este camino es evidente, pero no debemos exagerarlas. Por un lado sería ingenuo creer que la vida matrimonial es más fácil. Hoy se rompen los matrimonios en una proporción mucho más alta que la de defecciones de sacerdotes célibes.

Tanto los hombres casados como los célibes tienen que esforzarse para ser fieles a los compromisos que han adquirido. Faltaríamos a la verdad si atribuyéramos a aquellas dificultades un valor y un peso mayor del que efectivamente tienen en el contexto humano y religioso o pensamos que se trata de algo imposible de vivir. El testimonio vivido por una legión sin número de santos y fieles ministros de Dios, que han hecho del celibato objeto interior y signo exterior de su total y gozosa donación al ministerio de Cristo, así lo confirman. Por otro lado, en nuestra cultura dominante no es extraño que este u otros aspectos de la castidad, resulten difíciles de entender.

Por ello precisamente resulta importante el testimonio cristiano de quien aplaza o relega la satisfacción de impulsos al integrarlos en motivaciones más altas. Esto no es platonismo, ni desprecio de lo corporal, sino manifestación de algo que debería ser más evidente: el hombre no es sólo carne o instintos, sino que es también, y sobre todo, inteligencia, voluntad y libertad, y que gracias a estas facultades es dueño de sus propias tendencias. El sacrificio que supone la continencia ayuda a profundizar en la dimensión espiritual del amor, enseña a amar con el alma, con la mente y con la voluntad, que es lo más perfecto y digno que hay en el hombre.

Está claro que no a todos les es dado esto, igual que no a todos les es dado ser artistas o poetas pero el hecho de que exista esta magnífica y sorprendente realidad debería ser para todos un motivo de gozo, conscientes de que se trata de un don recibido, de una gracia. En el mundo hay 450.000 sacerdotes que viven su celibato con alegría. Frente a éstos, hay una pequeña minoría que se rebela contra esta ley del celibato, o que en algún momento de debilidad producida por múltiples causas, ha tomado la decisión de abandonar esta forma de vida.

El celibato es condición posible a cualquier clase de fieles: sacerdotes (obispos y presbíteros de la Iglesia latina, y obispos y un gran número de presbíteros en las Iglesias orientales), así como también los religiosos y muchos fieles laicos, que han seguido de este modo la peculiar llamada recibida de Dios. El voto de castidad, ciertamente, es una renuncia a la expresión genital de la sexualidad, característica de la vida matrimonial; pero el voto de castidad no implica ninguna renuncia al amor. Es un voto que expresa una superabundancia de amor que trasciende la carne y la sangre.

Por Luis Bertolino
Publicado por la “Auténtica Defensa” de Campana el 9 de julio de 2009.
Prensa Cristiana Digital 17-18 (2009)  


1 comentario:

  1. Anónimo24.1.11

    He oido decir a muchos sacerdotes, que ser celi-
    bes es una eleccion de vida. Si algunos se dan
    cuenta que con el correr del tiempo no pueden
    aceptar vivir en lo que han decidido, pueden pe-
    dir dispensas, las que hoy se conceden mucho mas facilmente. El hecho es no escandalizar...! De
    ahi que se hable tanto del tema.
    Etelvina

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